miércoles, 27 de enero de 2010

La periodista


Acababa de guardar su cámara de fotos en la bolsa. Tras una mañana entera de trabajo (un anodino reportaje sobre turismo rural), la periodista se despidió del encargado del cortijo y se encaminaba -ya sola- al coche. Pero, al pasar junto a una vieja puerta de madera, algo llamó su atención. Un extraño sonido provenía del interior. Una rendija en la puerta dejaba entrever algo asombroso y espeluznante a la vez. La periodista dudó un segundo: "me largo inmediatamente de aquí o me quedo, con cualquier excusa, e investigo qué demonios significa eso de ahí dentro"... Si hacía lo primero se evitaba posibles problemas, aunque perdería para siempre un reportaje extraordinario. Si optaba por lo segundo tendría ese reportaje, pero también podría no salir nunca viva de allí para contarlo...
¿Qué crees que hizo? ¿Qué había tras la puerta?...

24 comentarios:

Anónimo dijo...

Su natural inclinación periodística la lanzó a acercarse a la puerta. Temiendo ser descubierta, avanzaba pisando con cautela para que el encargado no la oyera. Entonces lo notó, un aroma agradable, un perfume que le resultaba familiar...Empujó lentamente la puerta mientras oía el crujido de la madera reseca y puso un pie en el interior del cobertizo. Estaba oscuro. De nuevo, algo se movió entre los restos de materiales de construcción que se amontonaban por todas partes: “será algún animalillo...” Y cuando estaba a punto de salir de aquel sitio, sólo desconcertada por aquel olor, algo o alguien le pasó una fría mano por la nuca y le susurró unas palabras que no pudo comprender. Al girarse, asustada, no vio nada ni a nadie. Corrió hacia el coche, lo arrancó nerviosa y salió disparada hacia la carretera.”Tengo que saber qué pasa ahí dentro”, se decía mientras se alejaba, avergonzada por haber sentido miedo. El encargado, desde la ventana, observaba la escena.

Manuel Correa dijo...

Estimad@ anónim@:
Sin duda añades elementos a la historia, y muy interesantes. El olor, el tacto de una fría mano y una misteriosa voz apenas inteligible... Pero... ¿Qué hizo una vez en la carretera?

PD: la periodista tiene una cámara de fotos ¿la usó el entrar en aquel lugar?

Anónimo dijo...

Dudaba.

La paranoide es el tipo más frecuente de esquizofrenia. Suele aparecer en edades más tardías que otras formas, y el deterioro cognitivo también es menor que en otros tipos. Los trastornos más frecuentes se centran en el pensamiento. Predominan las ideas delirantes y las alucinaciones auditivas.

El abogado de la acusación explicó al jurado que la esquizofrenia paranoide "es un mal que rompe la mente y la anula". No tiene cura definitiva, “pero una persona puede desarrollar una vida normal si se somete al tratamiento adecuado”, discurso éste en el que basó su alegato la defensa.

El jurado determinó al final que ella era persona capaz, que iniciaría una nueva andanza como periodista “normal”, que se ayudaría a sí misma y a los demás ejerciendo su profesión. Es por ello que continuaba –ocultando su pasado en el medio laboral- la actividad que, tras aquel triste acontecimiento, más placer le producía: ser espejo de la realidad.

La rendija en la que primeramente miró la llevaba dentro de sí. El problema por atender su instinto periodístico quedaba solapado por la gran duda que le producía distinguir si los ruidos realmente existían tras esa puerta, si sintió la fría mano, si percibió el agradable aroma, o si en cambio provenía cada una de esas sensaciones de su mundo interior. El temor verdadero le estremecía el alma, más aún, mucho más que perder la vida en el intento por descubrir qué ocultaba el cortijo. Todo aquello le llevaba a enfrentarse a dos realidades igualmente tangibles para ella, dos puertas que cruzar: una de madera, la otra de miedo infernal que conducía a su yo más profundo, oh! recaída fatal.

monica dijo...

No hay nada más atractivo que un misterio, algo que nos espera para ser descubierto. No hay nada más atractivo, que lo que nos es negado o prohibido...
Y si lo que había allí dentro era algo que había sido colocado ante ella para que no resistiera intentar descubrirlo...?
Y si no fuera más que una pequeña marioneta movida por los hilos de otra mentalidad mucho más aguda e intrigante...?
No es la seducción un arte basado en la manipulación...? No es en realidad el seductor un mero Maquiavelo que consigue lo que se propone...?
Yo creo que el encargado podría haber iniciado el contacto con la periodista para que ella llegara hasta donde se encontraba en ese momento y quisiera saber, de manera casual, cuál era el motivo de los ruidos tras la puerta. Lo que se oculta es tan irreal, que es normal que para ser descubierto se deba recurrir a una pequeña trampa y pareciendo así un encuentro casual... Seducir para atraer, manipular para motivar...

moonriver dijo...

Estoy segura de que la periodista acabó abriendo la puerta y colándose a hurtadillas para conseguir una foto excepcional. Cualquier persona con un mínimo de talento puede escribir un buen reportaje, incluso de un tema anodino; pero cazar una fotografía extraordinaria no depende sólo del talento del oteador de instantáneas, sino también de la suerte que tenga para toparse con algo que no se ve todos los días. Y, si el azar te pone al alcance de la mano algo que nadie más puede fotografiar, no puedes salir huyendo, por muy peligroso que resulte quedarte a apretar el disparador de tu cámara.

¿Que qué había detrás de la agrietada puerta de madera? Puede que un monstruo de ojos verdes a medio domesticar. O uno de ojos rojos que ha aprendido hablar. O un nuevo Gmork que acecha a los posibles salvadores de Fantasía.

Manuel Correa dijo...

Estimad@ anónim@:
Inquietante tu aportación: la rendija estaba dentro de ella y lo que oyó y vio la periodista sólo ella lo veía y oía. Incluso sus sentidos del tacto (la fría mano) y el olfato (el aroma "familiar") podían existir sólo dentro de ella... Pero... ¿Y si se juntaron ambas cosas? Es decir: se materializó -tras la puerta REAL de madera- su pesadilla más horrible, y recurrente a la vez?... Sí; una pizca de esquizofrenia paraonide y otra de realidad turbadora... ¿Qué es lo que vio y oyó entonces?

Manuel Correa dijo...

Estimada Mónica:
¿Es el encargado del cortijo "la mano que mece la cuna" o hay alguien más poderoso detrás? ¿Por qué ese misterioso y oscuro personaje quiere seducir a ESTA periodista?

Manuel Correa dijo...

Estimada monriver:
La periodista disparó la foto y salió huyendo de allí antes de ser descubierta por nadie. Cuando llegó al cruce de la carretera general frenó en una cuneta. Con la respiración aún entrecortada, ansiosa por ver la foto, encendió la cámara. La puso en modo de reproducción y... En la pantalla sólo aparece un mensaje escrito: "la tarjeta está vacía"... ¿Qué hizo entonces la periodista?....

Anónimo dijo...

Las posibilidades de recaídas son más elevadas en aquellas personas que consumen drogas. Una de las formas para prevenirlas es tomar la medicación estipulada sin interrupción.

Durante el juicio encontró ayuda en AMAFE. En ellos se apoyó, y de ellos sacó el valor para afrontar primero la acusación contra ella, después la enfermedad que posiblemente la consumiría. Le facilitaron el abogado que los representaba coordinando toda su representación legal, sufragando, incluso, sus primeros gastos. En el plano personal el especialista en psiquiatría y presidente de la asociación quedó prendado de la maravillosa visión que de la realidad ofrecía mente tan preclara –con estas palabras- como la de aquella intuitiva periodista. Fueron más allá de una pura relación de amistad, por supuesto.

En una mano su móvil con el número de su médico “cargado” a la espera sólo de apretar el “gatillo” verde; en la otra, el resto de la medicación que había dejado de tomar desde días atrás. En la garganta, hecho un nudo, un sollozo enristrado de pensamientos sobre sí misma. Delante de ella el dichoso portón.

“Clara, así es tu vida, nadie decide por ti, eres tú misma la que marca el rumbo”, se decía una y otra vez a modo de convencimiento. La confusión vencía su ya apagado temperamento, “otra vez, no”.

Después de soltar móvil y pastillas, agarró a dos manos su cámara saliendo de su introspección al percatarse de los golpes que, uno tras otro, hacían mover el viejo portón de madera. Entendió que su crisis no podía dejar escapar el momento de investigación, algo para lo que se había preparado durante años. Decidió “crecer”, anular su enfermedad era cuestión de seguir con la dosis propuesta por su amado médico, y centrar así su atención en controlar sus dos mayores preocupaciones existenciales: eliminar la sinestésica relación del cuerpo con sus variopintas sensaciones, por un lado; desarrollar su trabajo y triunfar, por el otro.

─ Señorita, retírese de esa puerta ─ gritó el encargado a modo de orden.
─ ¿Qué son esos golpes?
─ Le repito que se detenga, señorita, no siga.
Directa a ella, tras la rendija, descubrió la mirada azul de un ojo apenado, asustado, loco por hacerse notar. Parecía, no podía ser, una niña de no más de cuatro años de edad. “Dios, ¿qué es esto?”

moonriver dijo...

Obviamente, la periodista, primero, se cagó en los muertos de la puta cámara (disculpen el lenguaje soez, pero es lo que hizo y a voz en grito, además). Después se bajó del coche y realizó un par de fotos al azar, solamente para comprobar si se guardaban o no correctamente en la tarjeta de memoria. Efectivamente, no hubo ningún problema con estas nuevas e insignificantes instantáneas. Contrariada; pero, sobre todo, intrigada, volvió a montarse en el coche y trató de ordenar sus huidizas ideas. ¿Qué había podido pasar? De repente, una absurda conclusión se adueñó de su mente y aniquiló cualquier atisbo de explicación racional y lógica: aquéllos a los que había fotografiado a hurtadillas no podían ser otra cosa más que vampiros. Pero no vampiros de los de Charline Harris o Stephenie Meyer, sino vampiros de los de verdad, aquéllos cuya imagen no puede ser captada por ninguna cámara.

monica dijo...

No lo parecía, pero el encargado tenía motivos para mostrarle el camino a la periodista. Aquella pequeña que se movía tras la puerta captó inmediatamente la atención de Clara. No era una alucinación, pero su existencia la vinculaba inevitablemente con su mundo interior. Sin apenas haberla visto, ya sentía que acababa de materializarse un lazo invisible que la uniría para siempre con aquella cría. Quizá también era una alucinación, pero no podía más que lanzarse al vacío de aquella sensación de querer verla más de cerca, tocarla y escudriñarla como si fuera algo suyo, algo que ya le pertenecía.

Aunque el encargado intentaba que la periodista no se acercara, ya era tarde, los empujones acabaron por abrir la puerta de un manotazo.

Anónimo dijo...

─ Señorita, no debería usted haber entrado, no tiene derecho a meterse en asuntos ajenos ─directamente a ella se dirigió sin tapujos el encargado.
─ ¿Y usted, qué derecho le asiste mantener encerrada a una cría en la oscuridad de un establo? Ven aquí, criatura, ¿Tienes hambre? ─se interesó Clara.
─ Usted no comprende, señorita. Salga de aquí, por favor se lo pido, el señor conde está a punto de llegar. Olvide lo que ha visto y váyase.
─ No me moveré hasta aclarar cómo es posible que mantenga hacinada a una niña pequeña en estas condiciones ─buscó su móvil para marcar de inmediato a fin de prestar el auxilio necesario que requería la situación.
─ ¿Qué está pasando aquí? ─situado bajo el marco de la puerta, a contraluz, preguntó con tono soberbio la figura de un hombre erguido como el junco, de seriedad necrológica.
─ Señor conde, buenos días…, la señorita se confundió, ya se iba.
─ De eso nada ─contestó la periodista al mismo tiempo que el flash de su cámara ponía rostro a la figura recortada del señor conde.
─ Entrégueme esa cámara ahora mismo ─soltó en un rotundo grito de enfado el señor conde.
─ Señorita, por favor, no empeore las cosas, salga ahora que puede ─le rogó en su gesto el encargado.
─ De eso nada, Eusebio. Cierre la puerta, requise el material utilizado por esta señorita, átela, y que prosiga el castigo de Margarita. Venga después a verme a mi despacho ─dispuso el señor conde.
─ Pero…, señor conde, con el debido respeto, son demasiadas ya, no podremos asistir a tantas ─en una interrogante sumisión quiso interceder el encargado, mas, sin éxito alguno ladeó la cabeza repetidamente a modo de negación.
─ No me haga repetírselo, Eusebio.
─ Lo siento señorita ─se disculpó por adelantado el apesadumbrado encargado, y contando con la mirada aprobatoria del conde, en medio segundo propinó golpe tan certero sobre la mandíbula de la periodista, que hizo caer inconsciente sobre el suelo su cuerpo inerte. Sobre ella, en un llanto apagado, la niña Margarita se resignaba a continuar su triste clausura.

Manuel Correa dijo...

Gracias al aporte de tod@s, podemos parar un momento a recapitular:
CLARA es una periodista que sufre esquizofrenia paranoide, motivo por el que ha de medicarse. Ante "el reportaje de su vida" -y a causa de la enfermedad- duda de si es alucinación o realidad. En su rápida reacción, sólo logra disparar una foto y escapar. En el coche descubre que no hay nada en la tarjeta y, en un segundo alarde de valentía, regresa al cortijo.
Allí encuentra de nuevo a EUSEBIO, el encargado, que le exhorta a marcharse cuanto antes. Pero Clara se mantiene, a pesar de su dolencia, firme y cruza la vieja puerta de madera, donde permanece cautiva MARGARITA, la niña de ojos azules y mirada roja. En ese momento aparece el señor CONDE, dueño del cortijo. El noble noquea a Clara de un puñetazo.
Eso ocurrió hace tiempo. Ahora la periodista se enfrenta a un juez, al que debe explicar lo que sucedió en el cortijo.
Clara supo muy pronto que:
- La mano que había detrás de todo aquello era la del Conde.
- No estaba solo en el asunto, sino que había hombres y mujeres con mucho poder implicados.
- Y que el cautiverio de Margarita no era más que la punta del iceberg. El suelo del establo estaba lleno de trampillas donde se ocultaban otras "miradas rojas".
El relato continúa en el despacho del juez. Cuando Clara recupera la consciencia y lo primero que ve es... ¡Algo terrible!...

Anónimo dijo...

En la redacción del periódico fue Clara la encargada de cubrir un año atrás la información sobre una operación que se llevó a cabo contra el ex-presidente Manuel Chávez por la que intentaron desprestigiarle. El caso conocido públicamente como “Pepita Riera”

La periodista, desde su letargo, fue recuperando la consciencia. La cabeza hacia atrás retoma lentamente su postura natural. Aún no sabe dónde se encuentra. La vista borrosa sólo deja pasar la claridad, primero, figuras después, sólo percepción fidedigna tras haber pasado unos minutos. Está sola.

Su primera imagen elaborada le devuelve lo terrible que supone comprender su significado. De la pared frontal cuelga un cuadro con una fotografía en la que, alredor de una mesa, se reúnen cuatro comensales. Uno es el juez -coincidencias de la vida-, el mismo que llevó el caso de la periodista; el segundo es el señor conde, desafortunadamente conocido en tan miserables circunstancias. Los otros dos los recuerda de su trabajo el año anterior: son Dimitri, el lituano, ex-encargado de los contenedores en el puerto de Barcelona; y el cuarto será don Manuel García Riera, dueño de una desaparecida importante constructora, implicado en las falsas acusaciones al ex-presidente de la Junta de Andalucía, y condenado por falsedad de documentos junto a su amante y socia Josefa Riera.

“¿Dónde me he metido?”, piensa..

monica dijo...

A Mudo Trovador,

Impresionante. Espero que Manuel no vuelva a someterte a la agrafía atroz en la que te sumerges cuando no publique más entradas en el blog. Lo que nos perdemos si no lo hace es mucho...

Y como me siento algo responsable de lo que le pasa a esta pobre periodista y hoy tengo el ánimo más esperanzado de lo habitual, y con el permiso de Manuel, me gustaría que la historia acabara bien. Me refiero para ella. Necesito creer que una tiene todavía la capacidad para reconducir los hechos, incluso para superar las dificultades que siembran el camino. Que los giros inesperados que toman los acontecimientos pueden ser "domados" por la fuerza de la buena voluntad.

Anónimo dijo...

PRIMERA PARTE (Must be at most 4,096 characters)

El teléfono de Carlos, médico y pareja de Clara, parpadeaba. Recogió una llamada perdida que vio por casualidad de hacía unos días. Seguramente de un solo tono en el que no le dio tiempo a contestar, pues siempre estaba alerta por las posibles urgencias que su cargo como presidente de la asociación le exigía. Insistentemente intentó contactar con ella, pero su móvil estaba desconectado o fuera de cobertura.

A menudo se denunciaban desapariciones de pacientes tratados en la asociación que, enajenados, se desorientaban, decían. Para facilitar su localización, Carlos ideó junto a alumnos la Universidad donde impartía clases, un sistema de seguimiento sencillo.

Pensó que sería una buena ocasión para poner a prueba el proyecto piloto que coordinaba con la policía. Llamó a su contacto de la comisaría y le propuso realizar el rastreo según el protocolo diseñado. El invento consistía en realizar una búsqueda vía satélite de aquellos teléfonos móviles que, previa instalación de un componente, emitían una señal localizable por el sistema, incluso estando apagados.

Desde la base el policía iba indicando coordenadas. Carlos salió tranquilamente a la búsqueda de ella. Las indicaciones le llevaron a un cortijo en el que, dejando el coche en la entrada, anduvo a pie hasta la fachada de lo que parecía un establo con una puerta de madera cerrada a cal y canto. La señal provenía de dentro. Sobre el suelo, a unos metros, acertó a ver una pastilla de las que él mismo recetaba a Clara. “Aquí pasa algo”, se dijo. En ese momento es interceptado por el encargado del cortijo que le interroga.
─ Disculpe, ¿qué hace usted aquí?
─ Perdone, me encuentro en apuros…, mi coche, se averió y mi móvil se quedó sin batería. ¿Sería usted tan amable de facilitarme un teléfono para llamar a la grúa?
─ Por supuesto, tenga el mío personal ─amablemente se prestó el encargado.
Carlos hizo como si llamara a la grúa contactando en realidad con el policía, al que trasladó su inquietud y su sospecha. Seguidamente, Eusebio, que así se le presentó el encargado, explicó que debía salir del cortijo para llevar a cabo sus quehaceres diarios, dejando en la portada del camino a Carlos junto a su coche. En pocos minutos se personó el policía, disconforme al principio por la falta que cometían al entrar en propiedad privada.

Carlos no se lo pensó, de una patada abrió de par en par la puerta de madera, tras la que descubrieron a oscuras a una mujer extranjera, pero de entendible español. Sin casi mediar palabra la mujer les suplicó que la liberaran. Ellos preguntaron por Clara, pero no hallaron respuesta. Sobre el poyete de un pesebre encontraron su móvil apagado. Tuvieron pues la certeza de que había estado allí.

Andando hacia el coche se percataron de la trabajosa respiración de la mujer, no había dudas, estaba enferma. Sentada en el asiento trasero, algo más tranquila nombró a su hija Margarita, habló de que la retuvieron en el establo, y que la niña contó que en días pasados una señora fue capturada por los “malos”. Carlos y el policía, metidos de lleno en sus roles, comenzaron a ponerse nerviosos.

Anónimo dijo...

(CONTINÚA)

La explicación de la mujer resultó estremecedora. Relató que eran capturadas, preferiblemente mujeres enfermas. Desde una central de investigación en un país indeterminado pasaban las demandas requeridas por sus “científicos”. Era duro pero real: las utilizaban para sus experimentos médicos. Las mafias implicadas pagaban ingentes cantidades de dinero a todo el que colaboraba en la red, desde el que hacía el seguimiento hasta el que ejecutaba la detención, a todos. Detrás podía estar la industria farmacéutica, e incluso algún gobierno ansioso por ser el primero en desarrollo e investigación.

Desde el puerto de Barcelona se trazaba toda la logística. Cuando la cosa se complicaba, acudían a otras vías alternativas para sacar a sus cobayas del país. Creaban organizaciones, sobornaban a jueces, implicaban a personalidades. El dinero lo puede todo.

Era tarde, tenían que reaccionar. Cuando llegara Eusebio al cortijo daría la voz de alarma. Preguntaron a la mujer a fin de seguir alguna pista.
─ Cuéntenos más, ¿Cómo podríamos localizar a las personas que la retuvieron?
─ No lo sé, lo siento, siempre nos tapan los ojos, y nos trasladan en furgones cerrados. La última vez que vi a alguien se trataba de un juez que me gestionó los papeles de entrada en el país, de la mano de ellos, claro. Seguidamente me metieron en un coche en el que pude oir la megafonía de una estación de autobuses. Estaba desorientada. También recuerdo que la gente de la calle comentaba la inauguración de un transporte público, se trataba de una boca de Metro. Ocurrió en Sevilla.

Carlos y el policía se miraron, ataron los mismos cabos, lo dedujeronlo una sola mente: jueces cercanos a una estación de autobuses de Sevilla junto a una boca de Metro, les salió a una sola voz: “La Audiencia Provincial del Prado de San Sebastián”.

Se activó el protocolo de protección de testigos, así como una investigación formal. Los dos se dirigieron a la Audiencia. Sin llamar la atención, pero respaldados ya por un importante dispositivo de seguridad. El policía al mando quiso dar un punto de vista objetivo a todo aquel lío, diciéndole a Carlos que debían ser prudentes, que sólo contaban con el testimonio de una mujer abandonada a su suerte.

Nada más entrar, en las escaleras se dieron de bruces con el juez que a menudo llevaba los casos de la asociación. Carlos hizo caso omiso al policía.

─ Buenos días juez ─habló primero Carlos.
─ Buenos días, Carlos. ¿Qué le trae por aquí? ─contestó el juez.
─ Señor, vengo a buscar a Clara ─directo y contundente le respondió.
─ ¿Clara, la señorita que absolvimos para darle una oportunidad en su vida?
─ Sí señor, la misma.
─ Lo siento, no puedo ayudarle, como ve, estos señores son policías, me esperan, estoy a punto de llevar a cabo unas repatriaciones de jóvenes rumanos, y debo hacerlo ya ─refirió en un tono pedante el señor juez.
─ ¡Quieto todo el mundo! ─gritó de pronto el policía echando mano de su walkie para ordenar el bloqueo de todas las entradas al edificio de personas y coches, bajo su responsabilidad. Nunca imaginó que pudiera salir esta frase tan famosa por su boca.
─ ¿Pero qué está usted diciendo? ─preguntó enfadado el juez al policía.
El policía había intuido un fallo garrafal en la explicación del juez, pues con Rumanía no se operan repatriaciones desde el 2007 que se aceptó su adhesión a la UE. Además, el uniforme de aquellos policías falsos, eran de Lituania. Algo fallaba, y había que investigarlo. Todo un lince el señor policía.

En uno de los furgones blindados se encontraba ya preparada para salir la amada Clara, en un continuo aturdimiento que duraba días.
─ Cariño, no sabes la de cosas que esta cabecita mía ha imaginado por no seguir tu medicación.
─ Tranquila, Clara mía, descansa.

Manuel Correa dijo...

Estimada Mónica:
¿Qué significa el siguiente párrafo?:

"A mudo trovador,
Espero que Manuel no vuelva a someterte a la agrafía atroz en la que te sumerges cuando no publique más entradas en el blog. Lo que nos perdemos si no lo hace es mucho... "

Espero me lo aclares un poco. Gracias de antemano.

monica dijo...

Querido Manuel,

Sólo quería agradecer al participante anónimo -que creo que podría ser aquel "mudo trovador"- sus escritos.

Espero que no te haya molestado el comentario, ni a él tampoco, no era mi intención.

Anónimo dijo...

Mónica, me sorprendió tu intuición para reconocer mis escritos. Sólo puedo sentirme agradecido, yo , y mi ego. Gracias.

Manuel Correa dijo...

Estimada Mónica (y a todos en general):
No es molestia, sólo espero que comprendas (comprendamos todos) que mientras firmemos como "anónimo" es imposible saber a quién se está haciendo referencia. En lo sucesivo, y si no es demasiado gravoso, rogaría que TOD@S los que escribimos aquí usásemos un nombre, el que sea, y siempre el mismo, para una mejor comunicación (creo).

Manuel Correa dijo...

Y volviendo a la historia:
Para que sea consistente, en mi opinión, hay que salvar dos escollos:

- La CASUALIDAD de que la periodista sea pareja del poli, que a su vez ya tuvo relación previa con el juez implicado (soterradamente) en el caso.

- Y... ¿Por qué se habían borrado las fotos de la tarjeta? (Aviso: si optamos por la vía sobrenatural el teléfono móvil de Eusebio NO debería funcionar, ni el de Clara emitir la señal satélite).

monica dijo...

Cuando la periodista mira a través de la rendija, se ve a ella misma. Está enfadada porque la cámara parece que no le funciona y trata de ver qué es lo que fotografió hace tan sólo un momento, cuando miraba por una rendija. Entonces dirige la mirada de nuevo a la rendija, y se ve a sí misma, sorprendida.

monica dijo...

Querido Manuel,

Hace algunos días que me asomo a tu página emulando a la periodista que mira por la rendija. En mi caso, lo que me llama la atención no es ningún ruido extraño, si no todo lo contrario. Lo sentiría mucho, si los puentes que en alguna ocasión podamos haber construido, se hubieran deshecho como la arena.