miércoles, 8 de septiembre de 2010

El productor


El lujoso Omega Speedmaster Apollo XI Edición 40 Aniversario, encasquetado en la muñeca de Pablo Méndez, marcaba el preciso caminar de los segundos: uno, dos, tres… Pablo Méndez, el famoso productor de cine, tenía ante sí a una chica menuda y sudorosa. La chica es Beatriz, una guionista que había logrado pasar todos los filtros de la productora hasta llegar al gran jefe. Y ahora estaba frente a él, en el magnífico despacho de la Castellana madrileña. Pablo le había dado dos minutos -ni uno más ni uno menos- para que defendiera el guión que presentaba (y que yacía sobre la mesa de caoba). La chica lo hizo lo mejor que pudo. Cuando el segundero del Omega dio dos vueltas a la esfera, Pablo Méndez se limitó a decir: "muchas gracias, pero no nos interesa". El productor avisó a su secretaria para que acompañara a la chica a la salida.


Poco rato después, Pablo Méndez bajó al garaje del edificio. Cuando la puerta del ascensor se abrió, no tuvo tiempo de ver a la persona que se le echó encima. Sintiíó un golpe seco y todo se "fundió a negro"…


24 horas más tarde, el famoso productor abría los ojos en una lúgubre habitación de hotel barato. Estaba completamente aturdido, mareado y con náuseas, como si despertase de una anestesia. Vislumbró su ropa en una silla. La única prenda que llevaba puesta era el Omega. Era pronto para eso, pero más tarde recordaría que así empezaba el guión que rechazó a esa chica el día anterior…


… Y aún le quedaba una nueva, y horrible, sorpresa cuando se dio la vuelta en la cama.


¿Qué le está pasando a Pablo Méndez y por qué? ¿Qué ha ocurrido en esas 24 horas? ¿Qué cosa tan horrible había al otro lado de la cama? ¿Qué pasa a continuación?…


32 comentarios:

monica dijo...

...me gustaría aportar algo en esta historia, dejar algún comentario interesante... pero, no lo consigo. Es como si la historia ya estuviera escrita y no hubiera forma de imaginarla... uf, me explico fatal...

Manuel Correa dijo...

Ante todo gracias por tu interés y... Tu vuelta por estos lares. ¿Quieres decir que esta historia te suena de haberla leido en otra parte, que ya está escrita y publicada?... Y -por otro lado-creo que hay mucho que imaginar, desde el "por qué" detona la historia hasta el "para qué" alguien pone en marcha algo tan intrigante; pasando -claro- por el "que" ha ocurrido en esas 24 horas, "qué" hay en la cama y "hacia dónde" se encaminan los pasos del protagonistas a partir de ahí... Sin prisas, disfruta imaginando...

monica dijo...

El Por Qué: La desesperación de la guionista es tremenda.
El Para Qué: Ella cree que si el productor puede vivir en primera persona la trama de la película, le parecerá tan espectacular e innovadora, que no podrá negar producirla.
Lo que hay en la Cama: Otra persona desnuda, y –de igual guisa que el productor- con reloj en la muñeca. Se trata de otro productor de éxito.
Lo que ocurre Después: ... Bueno, pongamos que la peli es de miedo, así que la guionista va a tratar de provocar auténtico terror en sus “invitados” utilizando artimañas varias.

Manuel Correa dijo...

Estimada Mónica: tu por qué, sin duda, es convincente. La desesperación -cuando llega a límites insoportables- puede mover montañas y a veces en direcciones peligrosas. El objetivo de Beatriz es claro, según lo cuentas, y para conseguirlo pone en marcha su plan. Lo que más me ha sorprendido es que haya otro productor en la cama ¡Nunca lo habría imaginado así!. La última parte de tu comentario es la que más me interesa: ¿Cuáles son -exactamente- las "artimañas" de la guionista para provocar el "terror" en sus "invitados"? Como siempre, un placer contar con tus palabras.

Anónimo dijo...

Convenientemente pensado un reloj Omega como único atuendo corporal deja entrever la ocurrencia en el hecho de alguien culto e inteligente, como mínimo a la altura de Pablo, productor famoso, de porvenir nada azaroso, sino consecuencia de todo lo aportado sobre su campo profesional. De manera que su mente debe acertar a vislumbrar el significado que alguien quiere transmitir al presentarle en esa ridícula y escueta indumentaria. Lúcidamente Pablo relaciona el nombre de su reloj, Omega, última letra del alfabeto griego, usada en la antigua civilización para denotar el fin de algo, como opuesto de alfa que simbolizaba el comienzo. «Yo soy el alfa y el omega, el primero y el último, el principio y el fin» (Apocalipsis 22.13). Enrevesado pero cierto. Desde ese instante ya no le preocupa el guión rechazado a la chica del día anterior, sino el incierto devenir de su propia suerte por haberlo hecho.
(Mónica, yo también de eché de menos. Ah, y ya hablo.)

Manuel Correa dijo...

Estimado/a anónimo/a: entre el otro productor en la cama de un desorientado Pablo -que aventuraba Mónica- y esta aportación tuya, tan críptica e interesante, el relato toma tintes de altos vuelos. ¡Me gusta!. Ahora bien: si el Alfa del devenir desconocido de nuestro protagonista ha provocado, de algún modo, el Omega que -como única prenda en el azaroso despertar- representa el fin de una etapa… Pregunto: ¿Qué ha acabado y qué está a punto de empezar en la vida de este personaje?… (están bien los apuntes, pero -creo- que está mejor arriesgarse y concretar los hechos, los -seguro- jugosos hechos…)

monica dijo...

Beatriz está frente a ellos. Parece tranquila, casi se intuye una sonrisa en sus labios. Resulta desconcertante, con su cuerpo menudo y su aspecto de persona inofensiva...
Una luz blanca imprime algo en la pared, primero sombras, luego imágenes en movimiento... Pablo intenta seguir con sus pupilas las sombras de la pared... hasta que su cerebro empieza a descifrar lo que está viendo: parecen imágenes de películas antiguas, en blanco y negro... qué películas? se pregunta, nervioso...

Manuel Correa dijo...

Muy interesante y… Visual… Pero eso te compromete aún más con la historia, Mónica. Aportaré algo, por si te sirve: esas películas pertenecen a la colección privada (y secreta) del otro productor, que aún duerme en su lado de la cama. A este último, hubo que que administrarle una dosis mayor de pentotal, porque se resistía a cerrar los ojos. Una vez que Pablo descubre qué películas proyecta Beatriz, mis preguntas son: ¿qué relación tienen con PAblo? ¿Por qué la guionista las elige como segundo paso -el primero fue secuestrar a los dos, obviamente- de su oscuro plan?

Anónimo dijo...

Beatriz va directa al grano: pide a un Pablo aturdido que elija una escena del clásico que se proyecta en la pared, no más larga de tres segundos. A partir de ésta él deberá recomponer un nuevo guión que contenga un sentido distinto al original, pero con la credibilidad suficiente como para ser aprobado por ella y por uno de los productores –dice- más exigentes, ortodoxos y maniáticos del panorama cinéfilo español: Marc Oliver. Cuenta con una hora. Para Pablo no tiene sentido ni el juego, ni la “orden”, ni la pantomima que le toca vivir, interpretada en primera plana por aquella escuálida mujer de aspecto sombrío; y se niega. Ni corta ni perezosa Beatriz abre la navaja de Buñuel. Con la mano libre sujeta por los pelos la cabeza aún inerte del otro productor, y sin dudarlo, secciona de raíz la oreja izquierda de un indefenso hombre dormido. Pablo percibe cómo sobre la cama florece el bermellón aviso de que la cosa va en serio. Nervioso, intenta taponar el hueco rojizo de su tristemente mutilado compañero, pero ya no hay remedio. Con sus manos le limpia una y dos veces, para lo cuál le vuelve la cara y aprecia que, el también secuestrado, es ni más ni menos que Marc Oliver. Imposible convencer –piensa- a un malherido Marc de colaborar en esta historia, y menos tratándose de la colección particular de la que él es el dueño. Marc no accederá. Pablo ve el fin antes del comienzo.

Manuel Correa dijo...

Estimado/a anónimo/a: películas consideradas obras maestras del cine comienzan por el final. Esta historia comparte dicha característica con esos filmes, aunque su valía depende de vosotros/as. Efectivamente, la escena de la cama en la que estamos es el final de las últimas 24 horas. Pablo Méndez y Marc Oliver han estado dormidos (anestesiados) un día completo. Lo que pretendo es conocer QUÉ ha ocurrido en ese tiempo, manipulado por Beatriz. Se me ocurre una idea genérica: han sucedido cosas de las que ahora Pablo reza como único culpable, y Oliver como encubridor. En este momento, el primer objetivo de la guionista es que Pablo acepte "por las buenas" su juego. Una vez lo consiga, lo dejará marchar, pero si el productor intenta escapar irá poniendo, una por una, todas las pruebas de las fechorías "cometidas" por él en manos de la policía. Parece claro que Pablo está obligado a aceptar. Ahora bien: ¿Qué reguero de crímenes ha dejado Beatriz, en nombre de Pablo Méndez y Marc Oliver, en esas 24 horas? Primer dato: cada uno de esos delitos recompone el guión -en sentido cronológico inverso- que persigue Beatriz. Pablo se queja: no sabe por dónde empezar. Segundo dato: uno de los fragmentos que se está proyectando es la clave para salir al exterior y descubrir el primer crimen. Tercer dato: cada crimen lleva -"en línea recta y clara"- al siguiente, hasta acabar en el primero, donde se completa "el guión perfecto". Ahora Pablo Méndez observa con atención la pantalla. Con mucha atención, por la cuenta que le trae.

Anónimo dijo...

Ni los asesinatos, ni los robos, ni el contrabando, ni los ajustes de cuentas, ni la pertenencia a banda armada... nadie consiguió plasmar en la pantalla estos temas como lo hizo Pablo. Ella ha sido testigo de su carrera, siente admiración, envidia, a la vez que deseo de verlo maquinar. ¿Es perversa, o simplemente está loca?

--Para, esa es la escena –ordena Pablo con ojos desorbitados.
Sobre la imagen congelada Pablo ha relacionado el número de matrícula del Cadillac negro del 53, con los cuatro últimos números de su teléfono particular: 6667. Ése número sólo lo conocen dos personas, él y Carolina, su joven amante, aprendiz de actriz. Pablo se lleva las manos a la cara.
--¿Qué le has hecho a Carolina? –pregunta el productor.
--Yo nada, dirás qué le has hecho tú. La policía anda rastreando las pistas que sobre el escenario del crimen han encontrado. Siento decirte que te tienen en el punto de mira. Las tres llamadas que aparecen en su teléfono son precisamente a ese número, el tuyo. Me ocupé yo de que fuera así. Más un detalle insignificante –relata con sangre fría Beatriz-, accidentalmente se clavó un paraguas en el estómago. Pobre mujer…
En ese momento Pablo recuerda la cita con Beatriz. Ella, inexplicablemente provista de guantes de hilo, dejó caer su paraguas justo antes de salir de su despacho. En un gesto de enfado y prisa, es él el que se agacha a recogerlo, dejando sus huellas impresas.
--Sólo si yo confirmo que me has acompañado las últimas 24 horas, tendrás una coartada creíble –aclara la calculadora asesina.
La primera fechoría tiene acorralado a Pablo. Una locura que, tras mil vueltas en su cabeza, empieza a ver clara.

Manuel Correa dijo...

¡Extraordinario! Tenemos a Pablo en un callejón cuya única salida es plegarse a los designios de Beatriz (magnífico el detalle de los guantes y el paraguas). El productor ahora sólo tiene una idea fija en la mente: ¿Cómo llegar del primer crimen, el de Carolina, al segundo?. La guionista, en un acceso de generosidad, le ayuda: "sólo te diré que son tres los delitos cometidos. Ya tienes uno. Cuando llegues al tercero tendremos escrito el guión, que co-produciréis Marc y tú… Por cierto, Marc… ¡Buenos días! ¿Has dormido bien?". El segundo productor despierta lentamente, aún no se ha dado cuento de dónde proviene la sangre seca que mancha la mitad izquierda de su cara... Pablo continúa absorto en su pregunta ¿Cómo llegar del primer crimen al segundo?

Anónimo dijo...

Pablo no se explica cómo Beatriz pudo acceder a Carolina, a su casa, al número privado; es inconcebible.
La película, aún congelada en la pared, aporta un dato más que no pasa inadvertido a los ojos de Pablo: al volante del Cadillac hay un señor que porta gorra militar. El automóvil es conducido por un chófer. Por otra parte, ayer Bernardo no se presentó al trabajo. Es la primera vez que falta a su servicio después de 14 años.
—Beatriz, ¿qué ha sido de mi chófer Bernardo? –pregunta Pablo.
—Chico listo, admirable perspicacia –contesta chulesca la guionista.
—Déjate de flores, y cuéntame cómo conseguiste rebasar tantos límites.

Beatriz explica que tras la salida desairada de su despacho, la secretaria se presta a consolar el desplante recibido. Para ello la hace acompañar hasta la salida por Bernardo, quien, amablemente, se brinda a llevarla en el coche de la empresa. Durante el trayecto suena el móvil de Bernardo. Es Carolina que, en vivo llanto, le requiere. Como hipnotizado, y aún sin dejar a Beatriz, se encamina a casa de…, su amor. ¡Sorpresa! Bernardo, intenta excusarse, describe con detalle la relación que, a espaldas de Pablo, le une a Carolina. Al llegar, una vez presentadas, las dos mujeres sienten la complicidad en un mismo desconsuelo provocado por una misma persona: Pablo. Carolina no aguanta más, lleva la carta en la que explicará al productor lo suyo con Bernardo, mensaje que éste aprueba entregar. Pasada la crisis de ansiedad, mientras las dos mujeres se despiden en el salón, sale Bernardo de la casa. Esperará en el coche para acompañar de una vez a Beatriz. Es el momento en el que ésta, empuñando su paraguas, perpetra el asesinato y roba el móvil y la carta que más tarde utilizará. Al segundo sonido de claxon, Beatriz encamina sus pasos hacia el segundo asesinato. Monta en el coche. Las indicaciones que transmite a Bernardo les lleva hasta un aparcamiento público a las afueras de la ciudad. Es allí donde propina tres puñaladas con el abrecartas que habitualmente Pablo guarda en la guantera del coche. Los impecables guantes de hilo de Beatriz dejan la carta robada a Carolina en el suelo del coche, mostrando a todas luces el crimen pasional de Pablo sobre Carolina, primero, y después sobre el amante Bernardo. Pablo no da crédito a lo que oye. Parece volverse loco.

monica dijo...

Falta conocer cuál es la otra muerte, y falta conocer cuál es el papel real del productor Marc Oliver en toda esta historia. Pablo se estremece, si cabe, todavía más. Mira al hombre que permanece a su lado, y no acaba de comprender por qué mientras abre los ojos, esboza al mismo tiempo una leve sonrisa... es que no siente dolor...?? qué está pasando aquí...??

Manuel Correa dijo...

Estimado/a anónimo/a: un desarrollo extaordinario. Ciertamente, el primero de los crímenes lleva en línea recta al segundo, y todo con un punto de partida exacto en las proyecciones de la pared.
Estimada Mónica: el apunte de la sonrisa de Oliver (¿se le borrará una vez compruebe que le falta una oreja?) es igualmente sugerente.
Pero todo criminal comete un fallo; y Beatriz no va a ser menos. Hasta el momento el control es suyo de cabo a rabo, si bien -antes o después- su fallo (el único) saldrá a relucir.
Antes de conocer el tercer y definitivo crimen imputable a Pablo... ¿Cuál es el error que puede derumbar los planes de la guionista? ¿Acaso ese fallo ha sido motivado por la ambición (quizá Oliver haya pasado de ser su cómplice -como venganza de algún rencor hacia Pablo- a ser una víctima más de esa ambición)? ¿ O ha sido simplemente torpeza?

Anónimo dijo...

La leve sonrisa de Oliver roza el furibundo gesto de locura. A medida que recobra la conciencia, encuentra la justificación de los detalles que, en aquel cuadro de miedo, ha sabido dibujar tan atarantada mujer. Él conoce la historia, ya vivió la ocasión de atender a Beatriz cuando, recién terminado su guión original, se lo presentó. Lo cruel de su pensamiento de vigilia reside en que, por supuesto, conoce el final.

Huelga decir a estas alturas de la historia que lo tremebundo de aquella situación es que el tercer crimen está por llegar, que el guión marca un desenlace que dependerá directamente de la reacción de aquellos dos hombres.

Pablo también leyó en su despacho el triste final, motivo por el que colerizó echando violentamente a Beatriz; para lo cuál el productor supo comprender que la guionista ya había empezado a vivir su propio guión, que no había marcha atrás. De esta forma, más que errores cometidos por ella (que los hubo), el plan que echaría abajo este juego de roles se debía a otro cierto de él, maquinado desde el preciso momento en que la despachó, y con la colaboración de su compañero de profesión Marc Oliver.

Tenía razón Mónica cuando, en su opinión, la historia es como si ya estuviera escrita; lo estaba, y además, ante un Omega que cobra todo su sentido original.

Manuel Correa dijo...

Efectivamente, el tercer crimen se va a cometer en esa lúgubre habitación. Y la víctima puede ser cualquiera de los dos productores. Marc Oliver jamás lo supo. Él creía ser cómplice de Beatriz contra Pablo Méndez. Incluso financió todo este tinglado. De modo que nunca pudo imaginar que uno de sus matones a sueldo -de su propio dinero- lo secuestraría, por orden de la guionista. Pero Oliver aún está medio grogui, mientras que Méndez no sólo está perfectamemte lúcido, sino que presiente ser el favorito en las quinielas. De hecho es el único de los dos que ha leído el final del guión original. Está claro: Mónica intuyó, desde el alfa de esta historia, el Omega de la misma (a ninguno os pasó desapercibida la marca -simbólica- del reloj de Pablo. Cada uno, a vuestra manera, lo supisteis ver). Ahora podría proponer un último giro de tuerca, como una única salida airosa de nuestro productor, pero creo que con comentarios como los vuestros, este blog, este humilde oferente de historias (y esta historia en concreto) debemos darnos por más que contentos.

Anónimo dijo...

El único sentido que Beatriz podía dar a la inútil muerte de Carolina y el chófer, era la presión que sobre Pablo, evidente culpable, ejercería para que él siguiera la historia tal y como ella la había planeado.

Las fuerzas en el ánimo de Pablo, carentes ya de voluntad alguna, (se sabe engañado por los cuatro costados), le llevan hacia un desmayo provocado por su propia debilidad emocional, algo inesperado, incluso para Beatriz.

Ella, oyendo al fondo la perorata interminable del otro guionista, y tras mandarlo a callar –Marc cumple como una simple pieza manipulada para la ocasión-, se echa sobre Pablo para auxiliarle. Ahora Beatriz siente el cambio de rumbo, pues lo acaecido marca un nuevo curso en su guión, un final no previsto. La guionista reconoce su nerviosismo sobre el temblor de dedos, labios, párpados, incluso en su pensamiento: a fogonazos pasa por su enfermiza mente la posible muerte de Pablo, leitmotiv de su obra.

Se aproxima un final que, lentamente, desorienta su deriva porque cualquier cosa puede ocurrir en cuatro paredes, con tres personajes y un destino por decidir.

Anónimo dijo...

Metafóricamente, la situación de esta última escena, enmarca la vida de todo terrenal ser: el mundo que nos rodea no va más allá del alcance de nuestro saber mirar, prácticamente cuatro paredes; los personajes que nos rodean son los que nosotros mismos elegimos, tirando a la papelera cualquier relación que no nos conviene; el destino también, en gran medida, es cosa nuestra, pues la mayoría de las veces nos encajona en cristales esmerilados, los cuáles, no nos dejan juzgar la verdadera imagen: la suerte que tenemos de poderlo vivir.

¿Será necesario este razonamiento interno para que Pablo vuelva a hacerse dueño de la situación, y con ello de su propia vida? ¿Qué es lo que vence su voluntad? ¿Acaso exageró su cuerpo, al somatizar en exceso, el cruel devenir de los acontecimientos?

monica dijo...

Suena una alarma que desconcierta aún más a Beatriz. Un sonido que, sin embargo, a Pablo lo hace regresar de su desmayo con algo más de cordura. Es su reloj, el Omega, que parece querer intervenir en la situación. Tal vez, Pablo se aferrará a ese sonido para lanzárselo a Beatriz como un arma arrojadiza...

Anónimo dijo...

Reacciona, Pablo, la vida te espera!

Beatriz se echa las manos a la cabeza, tapa sus propios oídos, no soporta ese sonido. Surge la carcajada de Marc. Pablo agarra por la cintura los cuatro huesos de ella, se la quita de encima. Abofetea la cara del otro guionista a fin de extinguir su histérica risa. La escena parafrasea la imagen de un Supermán resucitado, con música triunfal incluida. La situación es de Pablo.

monica dijo...

Manuel, de verdad crees que deberíamos dejarlo aquí...? No tendríamos que darle un final a la historia...? Es como si estuviera puesto el "pause" a la espera de tu respuesta... Y el anónimo trovador que ya recuperó la voz, también lo sabe.

Anónimo dijo...

"...Sierto, sierto..."

Manuel Correa dijo...

Disculpas por la tardanza. Pero ya lo apunté en su momento: Pablo dispone de una ÚNICA salida a esta situación. Otra cosa es que su triunfo final satisfaga vuestras espectativas (o -por el contrario- debe ser Beatriz, e incluso Oliver, quien gane esta complicada partida entre cuatro paredes). Intuyo que os inclinais más por la primera opción, quizá porque una salida airosa de Pablo supone la vuelta de tuerca más "brillante" posible. Está bien, intentémosla: de nuevo consciente tras su desmayo, Pablo lo recuerda en un segundo de lucidez: su iphone 5G dispone de geolocalización aún apagado: a estas alturas ya ha debido faltar a más de diez reuniones y su secretaria, con instrucciones precisas dadas en su momento, ya debe saber dónde se encuentra exactamente su jefe...

Anónimo dijo...

Efectivamente, su iphone 5G está conectado al sistema de seguimiento pensado para facilitar la localización de pacientes desaparecidos que, junto a alumnos universitarios, ideó Carlos, hermano de Pablo, médico y pareja de Clara, una famosa periodista. Si bien el teléfono lo apartó la astuta Beatriz, cometió el error de incluir en la trama un Omega del que ni imaginaba su alcance tecnológico: emitía vía radio la señal directa de su posición al iphone 5G con localizador. Toda una joya.

Pablo, como cualquier famosa estrella, recibía a menudo las cartas de admiradoras y otras… “especies” que le llevaron a tomar precauciones como ésta del reloj entre otras: tal que hacer montar un circuito cerrado de video grabación en su casa y en la de Carolina, instalación que ella desconocía. De esta manera se ve libre de tener que probar ante la policía la inocencia del primer crimen perpetrado por Beatriz, pero también nos deja al descubierto que Pablo estaba al día de la relación entre la joven actriz y su chófer.

Pablo no para de darle vueltas. La pesadilla empieza a tener un final claro, pero no es lo que más le preocupa, sus pensamientos lo mortifican.

Manuel Correa dijo...

Entonces ¿qué? ¿cerramos ya esta historia?

Manuel Correa dijo...

¿Quién da el primer paso para ello?

monica dijo...

Cerremosla. Como quien cierra una puerta de un portazo. Para no ver ni oir lo que hay al otro lado. Porque hay cosas, que aunque no quieras ver, sabes que existen. Igual que hay cosas que es mejor dejar encerradas en algún sitio oculto, esperando que el olvido se las trague del todo, y las convierta en polvo, en viento, en una pequeña punzada de dolor que ya no consigues recordar de dónde viene...

Anónimo dijo...

Quiso Pablo acompañar al viento en su olvido. Suya fue la decisión. Habiendo pasado tanto tiempo desde el suceso, cerró, cual portazo, un recuerdo ya en polvo convertido. En su punzada sentía aún la antigua traición, el cinismo de las miradas, para él pura sinrazón. Junto a su psiquiatra de cabecera acuerdan abandonar la búsqueda de donde procede el dolor. Él propone un nuevo comienzo, pues –razonan ambos-, todos llevamos un Omega dentro del corazón.

Manuel Correa dijo...

Poético anticlimax, Mónica, de una historia cuyo punto final quizá no existe; o sucede fuera de campo, tras el portazo de Beatriz... Y allá se las compongan el del Omega y el de la oreja cortada (esto último no es tan "cernudiano", anónimo, lo sé, pero también lo imagino al leer tu propuesta).

monica dijo...

Gracias Manuel. Sólo seguí tu consejo, "disfruta imaginando"...

Aunque no sé cómo me lo paso mejor: imaginando la historia, y dejándome guiar por ti y tus certeras observaciones, o leyendo las aportaciones de Anónimo-Trovador...

Manuel Correa dijo...

Estimada Mónica: es un placer que sigáis, tanto tú como el anónimo trovador este blog. Y también otras personas que leen, a veces en silencio, a veces comentando. De veras, un placer.